Si la isla de Lanzarote tuviera un nombre propio, se llamaría César y el apellido Manrique
Isleño de toda la vida. César Manrique nació y creció en Lanzarote. Concretamente, su infancia transcurrió en Caleta de Famara, una zona que más tarde lo inspiraría a luchar por preservar el patrimonio natural de la isla.
Su juventud se vio truncada por el golpe de estado de 1936. Fue cuando se unió al bando franquista, con el que luchó en varios frentes peninsulares hasta el final de la guerra. Fue entonces cuando regresó a su isla natal, quemó su traje militar y formalizó la matrícula en arquitectura. Su gran pasión, esa parte creativa que mostró desde niño, pudo materializarse por fin en la Universidad de La Laguna. Pero abandonó su camino universitario por un sueño aún mayor: mudarse a Madrid e ingresar en la Escuela Superior de Bellas Artes. Se graduó y comenzaron las giras expositivas. Además, entre los años cuarenta y sesenta también realizó varias exposiciones en la isla y realizó algunos murales como el del Parador de Turismo de Arrecife y el del aeropuerto de Guacimeta.
De esta época cabe destacar su proyección internacional. Y es que la artista española se trasladó a Nueva York y expuso, entre otras galerías, en la Catherine Viviano.
Ya en los años setenta, de vuelta a la isla, se asoció con el arquitecto Fernando Higueras. Juntos promoverían el cambio de la isla empezando por el Mirador del Río. Todas sus creaciones destacan por su perfecta integración con el entorno natural. Una obra por la que fue galardonado en 1976 con la Medalla de Oro al Mérito Turístico y cuatro años después con la Medalla al Mérito de las Bellas Artes, entre muchas otras.
Si viajas a la isla de Lanzarote y conoces un poco la obra de César Manrique, te darás cuenta, al cabo de un segundo, de que la isla destila el carácter del artista. Aquí enumeramos cuatro obras de Manrique que debes visitar pase lo que pase en Lanzarote:
Mirador del río: La zona de Famara es una zona más que conocida por el artista. En su infancia pasó largas temporadas allí. Pues bien, en el Risco de Famara y excavado en la roca de un acantilado, se alza el mirador centrado en el archipiélago Chinijo. Un restaurante, una zona de descanso y unas vistas envidiables.
Jameos del Agua: en la isla se conoce al jameo como aquel canal hueco generado por el paso de la lava. Muy cerca de la Cueva de los Verdes encontramos los Jameos del Agua, dos jameos -uno pequeño y otro grande- que albergan un restaurante y una gran piscina rodeada de un jardín. En esa misma zona también hay un auditorio con una acústica fantástica debido a la piedra volcánica que lo forma.
Jardín de cactus: el jardín de los instagramers. Fue inaugurado en 1990 y es un gran museo al aire libre con una gran cantidad de especies de cactus de todo el mundo.
Horno-tostador Timanfaya: en el Parque Nacional de Timanfaya durante la visita guiada al volcán puedes comer pollo hecho con el calor volcánico. Esto es gracias al horno-parrilla propuesto por Manrique que utiliza energía geotérmica para cocinar los alimentos.